félix on Fri, 12 Oct 2001 05:02:03 +0200 (CEST)


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¿SE VIENE EL ESTALLIDO?
Por Tsekub Baloyan
Asunción, Paraguay.

El 11 de septiembre del 2001 el terrorismo internacional se
puso los pantalones largos y demostró que puede tratarse de
tú a tú con los estados. E incluso con el más poderoso de
los estados.

Las imágenes eran verdaderamente impresionantes e incluso,
aunque tal vez esté mal decirlo, de una sobrecogedora
belleza: Las personas saltando por las ventanas, los aviones
estrellándose, Manhattan convertida en una gigantesca nube
de polvo y, al lado, insignificante, la Estatua de la
Libertad.

La humillación fue total. El presidente del estado más
poderoso de la Tierra tuvo que esconderse durante casi todo
el día. Las imágenes de los palestinos festejando en las
calles -hasta ahora no sabemos si eran o no genuinas- daban
a todo el escenario mundial el aire de una pesadilla
apocalíptica.

Muy bien.

Todos hemos estado saturados de imágenes. Pero realmente es
poco lo que sabemos de este conflicto. Tal como se suelen
plantear las cosas, parece que los árabes o los musulmanes
odian a los EEUU porque sí, sin ningún motivo.

Precisemos algunos puntos.

En principio, lo que ocurrió el martes 11 de septiembre fue
un bombardeo. Tuvo los mismos efectos -o menores- que
cualquier bombardeo realizado por el gobierno y el ejército
de los EEUU en Bagdad o Sudán. O que los bombardeos de
Israel en el Líbano.

La nomenclatura es convencional y arbitraria. Se le llama
"atentado" porque lo cometen particulares y no un estado.
Sólo los estados tienen derecho a hacer la guerra y pueden
ser considerados beligerantes.

Cuando me enteré, se me ocurrieron tres posibilidades: La
primera, la más obvia, que fuera obra de fundamentalistas
islámicos o nacionalistas árabes; la segunda, que fuera obra
de algún grupo de la ultraderecha norteamericana (como el
atentado de Oklahoma) y la tercera, que se tratara de un
autoatentado.

¿Autoatentado? Parece absurdo pero no lo es tanto. Muchos
son los que han hecho notar que la economía de los Estados
Unidos padece una perversión. Existe un sector
hipertrofiado, que se ha convertido en el motor de todos los
demás. Es el llamado "Complejo Industrial Militar". En buen
cristiano, la industria bélica.

A este sector, por razones obvias, le conviene una buena
guerra. Por otro lado, el gobierno norteamericano parece
urgido, necesitado, de enemigos. El poder siempre ha tendido
no sólo a su autopreservación sino a su expansión y una de
las mejores formas de lograr ambos objetivos es conseguir
enemigos.

Sin embargo, la hipótesis del autoatentado tiene un punto
flaco: La existencia de combatientes suicidas. Lo más que
podemos considerar entonces es una posible negligencia de la
CIA o del gobierno norteamericano, similar a lo que ocurrió
en Pearl Harbor.

Salvo que nos encontremos frente a un gigantesco y horrible
montaje, la verdad es que los terroristas parecen haber sido
del Medio Oriente. Ahora bien, ¿por qué?

La verdad es que el gobierno de los Estados Unidos está por
lo menos hace 50 años en guerra contra los pueblos árabes y
musulmanes. Declaró la guerra al apoyar la creación de
Israel, que es un estado racista y brutal, y al apoyar
incondicionalmente todas sus tropelías.

La ha continuado al aplicar constantemente un doble rasero.
Al bombardear Irak -y, por cierto, fortalecer así al régimen
de Saddam Hussein-, al bombardear Sudán, al mantener el
bloqueo contra Irak, que ha causado no menos de 100.000
niños muertos 8éste es un cálculo sumamente conservador).

Y no hay que olvidar al cine y la televisión, con su
difusión constante de estereotipos racistas.

La política de los Estados Unidos en la región es la que
alimenta, todos los días, el odio y el rencor contra ellos.
Y, a juzgar por las expresiones de Bush, seguirá
alimentándolo.

La violencia es un círculo vicioso. Los niños abusados
suelen convertirse en abusadores. Los judíos, que sufrieron
persecuciones terribles, se convirtieron a su vez en
victimarios. Cuando se comienza con la escalada de venganzas
es muy difícil parar.

Hace falta que alguien tenga la suficiente amplitud de miras
y elevación de espíritu para detenerla. En el caso de
Suráfrica, Nelson Mandela -que pasó décadas en la cárcel- se
reunió inclusive a tomar el té con la viuda del creador del
apartheid. Mal que bien, Suráfrica es un país que parece
haber superado su triste pasado, o estar en vías de
superarlo.

Pero es, precisamente, el más fuerte, quien está en mejor
posición para demostrar compasión, comprensión y humildad
(virtudes muy cristianas, por cierto). Si el gobierno de los
Estados Unidos realmente quiere la paz (cosa que dudamos)
debe preguntarse por los motivos del atentado (y no repetir
como un lorito que es "por envidia", de todas las
estupideces de la derecha norteamericana, por cierto, ésa se
lleva el premio, lo que es mucho decir).

No decimos que no impulse una investigación para hallar a
los culpables. Pero, ¿por qué no impulsa un proceso de paz
justo entre israelíes y palestinos, por que no levanta el
bloqueo a Irak y por que sólo condena a las dictaduras
cuando atacan sus intereses? Todos conocemos la respuesta.

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