Ricardo Dominguez on Mon, 28 Jul 2003 08:03:34 +0200 (CEST)


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[nettime-lat] Marcos: Los CARACOLES


Subject:  Marcos: Los CARACOLES reemplazan a los AGUASCALIENTES(LJ, 26-07-003) 
México D.F. Sábado 26 de julio de 2003 

Política 

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 Chiapas, la treceava estela (tercera parte): un nombre 
Los Caracoles remplazan a los Aguascalientes Llueve. De por sí llueve en julio, 
el séptimo mes del año. Estoy tiritando junto al fogón, dando vueltas sobre mí 
mismo, como si fuera pollo en rosticería, para ver si así me seco un poco. 
Resulta que la reunión con los comités terminó ya muy tarde en la madrugada, y 
nosotros estamos acampados a buena 
distancia del lugar de la reunión. No llovía cuando salimos pero, como si nos 
estuviera esperando, se desató un aguacero de padre y muy señor mío, justo 
cuando 
íbamos a mitad del camino, es decir, cuando daba lo mismo seguir que regresar. 
Los 
insurgentes se fueron a sus respectivas champas a cambiarse el uniforme 
mojado. Yo no, y no por valiente, sino por sonso, porque resulta que, buscando 
aligerar el peso de la mochila, no cargué con una muda de repuesto. Así que 
aquí 
estoy, haciéndole al "pollo estilo Sinaloa". Además inútilmente, porque, por 
alguna razón que no alcanzo a comprender, mi gorra parece esponja que absorbe 
el 
agua cuando llueve y se exprime sola bajo techo. El caso es que, dentro de la 
champa donde está el fogón, tengo mi lluvia personal. Estos absurdos no me 
maravillan. Después de todo estamos en tierras zapatistas, y aquí el absurdo es 
tan frecuente como la lluvia, sobre todo en el séptimo mes del año. He echado 
ahora sí que más leña al fuego, y no en sentido figurado, y ahora las llamas 
amenazan con quemar el techo. "No hay mal que no se pueda poner peor", me digo 
recordando uno de los refranes de Durito, y mejor me salgo. 
Afuera ya no llueve arriba, pero bajo mi gorra hay un diluvio. Yo estoy 
tratando de encender la pipa con la cazuela hacia abajo cuando llega el mayor 
Rolando. Se me queda viendo. Mira al cielo (que a estas alturas ya está 
completamente despejado y con una luna que parece, a no dudarlo, un sol de 
medianoche). 
Vuelve a mirarme. Yo comprendo su desconcierto y digo: "Es la gorra". Rolando 
dice "Mmh", que viene a significar algo así como "Ah". Para esto ya llegaron 
más insurgentes e insurgentas y, por supuesto, una guitarra (esa sí, bien 
seca), 
y se ponen a cantar. El Rolando y un servidor nos echamos, a dueto, La chancla 
 frente a un público desconcertado, porque aquí el hit parade opta por las 
cumbias, los corridos y las norteñas. 
Vista la reiteración de mi fracasado lanzamiento como cantante, me retiré a 
un rincón y seguí el sabio consejo del Monarca que, al igual que Rolando, se me 
quedó viendo, vio el cielo, volvió a mirarme y sólo dijo: "Quítalo tu gorra, 
Sup". La quité y, por supuesto, paró esa lluvia privatizada. Se fue el Monarca 
a donde estaban los demás. Le dije a capitán José Luis (que anda de mi 
escolta) que se fuera a descansar, que ya no iba a haber nada. El capitán se 
fue, 
pero no a descansar, sino a darle a la cantadera. 
Así que me quedé solo, tiritando todavía pero ya sin la lluvia sobre mí. 
Volví a tratar de encender la pipa, ahora sí con la cazuela hacia arriba, pero 
descubrí entonces que el encendedor se me había mojado y no daba ni una 
chispita. 
Yo murmuré: "uta madre, ya no enciendo ni la pipa, seguro que mi sex appeal 
se irá a los suelos". Estaba buscando en las bolsas del pantalón (que no son 
pocas) no un ejemplar de bolsillo del Kamasutra, sino un encendedor seco, 
cuando 
una llama se encendió muy cerca mío. 
Reconocí el rostro del Viejo Antonio detrás de la luz, acerqué la cazuela de 
la pipa al cerillo encendido, y dando todavía bocanadas, le dije al Viejo 
Antonio: "Hace frío". 
"Hace", respondió él, y con otro fósforo encendió su cigarrillo hecho con 
doblador. A la luz del cerillo, el Viejo Antonio se me quedó viendo, luego miró 
al cielo, luego otra vez me miró, pero él no dijo nada. Yo tampoco. Seguro que 
el Viejo Antonio ya está acostumbrado, como yo, a los absurdos que pueblan las 
montañas del sureste mexicano. Un viento repentino apagó la llama y quedamos 
sólo con la luz de una luna como hacha mellada por el uso, y el humo rayando 
la oscuridad. Nos sentamos en el tronco de un árbol caído. Creo que estuvimos 
un rato en silencio, no muy me acuerdo, pero el caso es que, sin darme apenas 
cuenta, el Viejo Antonio ya me estaba contando... 
La historia del sostenedor del cielo 
Según nuestros más anteriores, al cielo hay que sostenerlo para que no se 
caiga. O sea que el cielo no mero está firme, sino que cada tanto se pone débil 
y 
como que se desmaya y se deja caer así nomás como se caen las hojas de los 
árboles, y entonces puras calamidades que pasan porque llega el mal a la milpa 
y 
la lluvia lo rompe todo y el sol castiga al suelo y es la guerra quien manda 
y es la mentira quien vence y es la muerte quien camina y es el dolor quien 
piensa. 
Dijeron nuestros más anteriores que así pasa porque los dioses que hicieron 
el mundo, los más primeros, tanto empeño pusieron en hacer el mundo que, 
después de terminarlo, ya no muy tenían fuerza para hacer el cielo o sea el 
techo de 
nuestra casa y le pusieron ahí nomás lo que se les ocurrió, y entonces el 
cielo está puesto sobre la tierra nomás como un techo de ésos de plástico. 
Entonces el cielo no está mero firme, sino que a veces como que se afloja. Y 
has de 
saber que cuando esto pasa, se desarreglan los vientos y las aguas, el fuego 
se inquieta y la tierra da en levantarse y caminarse sin encontrar dónde 
estarse sosiega. 
Por eso dijeron los que antes de nosotros se llegaron, que, pintados de 
colores diferentes, cuatro dioses se regresaron al mundo y, haciéndose 
gigantes, se 
pusieron en las cuatro esquinas del mundo para agarrarlo al cielo para que no 
se cayera y se estuviera quieto y bien planito, para que sin pena lo 
caminaran el sol y la luna y las estrellas y los sueños. 
Pero, también cuentan aquellos del paso primero en estas tierras, que a veces 
a uno o más de los bacabes, los sostenedores del cielo, como que le entra su 
sueño y como que se duerme o se distrae con alguna nube y entonces no lo tensa 
bien su lado del techo del mundo, o sea del cielo, y entonces el cielo, o sea 
el techo del mundo como que se afloja y como que se quiere caer sobre la 
tierra, y el sol y la luna ya no tienen plano su camino y las estrellas igual. 
Así pasó desde el principio, por eso los dioses primeros, los que nacieron el 
mundo, dejaron encargado a uno de los sostenedores del cielo y él debe 
estarse pendiente para leer el cielo y ver cuando empieza a aflojarse, y 
entonces 
este sostenedor debe hablarle a los otros sostenedores para que despierten y 
vuelvan a tensar su lado y las cosas se acomoden de nuevo. 
Y este sostenedor nunca duerme, siempre debe estar alerta y pendiente para 
despertar a los demás cuando el mal se cae sobre la tierra. Y dicen los más 
antiguos en el paso y la palabra que este sostenedor del cielo lleva en el 
pecho 
colgado un caracol y con él escucha los ruidos y silencios del mundo para ver 
si todo está cabal, y con el caracol los llama a los otros sostenedores para 
que no se duerman o para que se despierten. 
Y dicen aquellos que más primero fueron que, para no dormirse, este 
sostenedor del cielo va y viene dentro y fuera de su propio corazón, por los 
caminos 
que lleva en el pecho, y dicen aquellos enseñadores antiguos que este 
sostenedor 
enseñó a los hombres y mujeres la palabra y su escritura porque, dicen, 
mientras la palabra camine el mundo es posible que el mal se aquiete y esté el 
mundo cabal, así dicen. 
Por eso la palabra del que no duerme, del que está pendiente del mal y sus 
maldades, no camina directo de uno a otro lado, sino que anda hacia sí misma, 
siguiendo las líneas del corazón, y hacia fuera, siguiendo las líneas de la 
razón, y dicen los sabedores de antes que el corazón de los hombres y mujeres 
tiene la forma de un caracol, y quienes tienen bueno su corazón y su 
pensamiento 
se andan de uno a otro lado, despertando a los dioses y a los hombres para que 
se estén pendientes de que el mundo se esté cabal. Por eso, quien vela cuando 
los demás duermen usa su caracol, y lo usa para muchas cosas, pero sobre todo 
para no olvidar. 
Con las últimas palabras, el Viejo Antonio ha tomado una varita y algo ha 
dibujado en la tierra. Se va el Viejo Antonio y yo me voy también. Al oriente 
el 
sol se asoma apenas por el horizonte, como asomándose nomás, como checando si 
quien cela no se ha dormido y si hay alguien pendiente de que el mundo vuelva 
a estar cabal. 
Regresé al lugar a la hora del pozol, cuando el sol ya había secado la tierra 
y mi gorra. A un lado del tronco caído, sobre la tierra, vi el dibujo que 
había hecho el Viejo Antonio. Era una espiral de trazo firme, era un caracol. 
El sol estaba por la mitad de su camino cuando regresé a la reunión con los 
comités. Decidida la madrugada anterior la muerte de los Aguascalientes, se 
decidía ahora el nacimiento de los Caracoles con otras funciones, además de las 
que tenían los ya agónicos Aguascalientes. 
Así, los Caracoles serán como puertas para entrarse a las comunidades y para 
que las comunidades salgan; como ventanas para vernos dentro y para que veamos 
fuera; como bocinas para sacar lejos nuestra palabra y para escuchar la del 
que lejos está. Pero, sobre todo, para recordarnos que debemos velar y estar 
pendientes de la cabalidad de los mundos que pueblan el mundo. 
Los comités de cada zona se han reunido para ponerle nombre a su caracol 
respectivo. Serán horas de propuestas, discusiones sobre traducciones, risas, 
enojos y votaciones. Yo sé que eso tarda, así que me retiro y les digo que me 
avisen cuando ya hayan hecho acuerdo. 
Ya en el cuartel, comemos y, en la sobremesa, el Monarca dice que ha 
encontrado una poza bien "chingona" para bañarse y no sé cuánto. El caso es que 
Rolando 
, que no se baña ni en defensa propia, se entusiasma y dice "Vamos". 
Yo he escuchado con escepticismo (no sería la primera vez que el Monarca 
saliera con una de las suyas), pero como quiera hay que esperar a que los 
comités 
se pongan de acuerdo, así que también digo "Vamos". José Luis queda de 
alcanzarnos después porque no ha comido, así que salimos primero los tres, o 
sea el 
Rolando, el Monarca y yo merengues. Atravesamos un potrero y nada que llegamos. 
Cruzamos una milpa y nada que llegamos. Le dije a Rolando: "Creo que vamos a 
llegar cuando ya haya acabado la guerra". El Monarca replica que "ya está aquí 
nomás". 
Por fin llegamos. La poza está en un vado del río por el que cruza el ganado 
y, en consecuencia, está lodosa y circundada por mierda de vacas y caballos. 
Rolando y yo protestamos al unísono. El Monarca se defiende: "No así estaba 
ayer". Yo digo: "Además ya hace frío, yo creo que no me baño". Rolando, que ha 
perdido el entusiasmo en el camino, recuerda que la mugre, como bien lo dice el 
Piporro, también protege contra las balas, y se suma con un "Creo que yo 
tampoco". El Monarca se suelta entonces un discurso sobre el deber y no sé 
cuánto, 
y que "sin importar las privaciones y sacrificios". Yo le digo que qué tiene 
que ver el deber con su pinche poza, y él entonces nos da en la pata de palo 
porque nos dice: "Ah, entonces se rajan". 
No lo hubiera dicho. A Rolando le crujen los dientes como jabalí enojado 
mientras se quita al ropa, y yo muerdo la pipa y me desvisto hasta revelar 
totalmente la "otra media filiación". Nos aventamos al agua más por orgullo que 
por 
ganas. Como que nos bañamos, pero el lodo nos dejó el cabello de tal forma que 
seríamos la envidia del punk más radical. El José Luis llegó y dijo "está bien 
jodida esta agua". Rolando y yo le dijimos, en estéreo, "Ah, entonces te 
rajas". Así que José Luis se metió también a la poza lodosa. Al salir nos dimos 
cuenta de que nadie traía nada para secarse. Rolando dijo "Pues nos sequemos 
con 
el viento", así que sólo nos pusimos las botas y nos fajamos las pistolas, y 
ahí vamos de regreso, completamente en pelotas, con nuestras miserias al aire, 
secándonos con el sol. 
De pronto, José Luis, que marcha a la vanguardia, alerta diciendo "viene 
gente". Nos pusimos los pasamontañas y seguimos adelante. Era un grupo de 
compañeras que iban a lavar ropa al río. Por supuesto que rieron hasta cansarse 
y algo 
dijeron en lengua. Le pregunté a Monarca si escuchó lo que decían y me dijo 
que dijeron "ahí va el Sup". Mmh... yo digo que me reconocieron por la pipa, 
porque créanme que yo no he dado motivo para que me reconozcan por la "otra" 
media filiación. 
Antes de llegar al cuartel nos vestimos, aunque todavía íbamos mojados, 
porque tampoco se trataba de inquietar a las insurgentas. Nos avisaron entonces 
que 
ya habían terminado los comités. Cada Caracol tenía ya un nombre asignado. 
El Caracol de La Realidad, de zapatistas tojolabales, tzeltales y mames, se 
llamará MADRE DE LOS CARACOLES DEL MAR DE NUESTROS SUEÑOS, o sea S-NAN XOCH BAJ 
PAMAN JA TEZ WAYCHIMEL KU'UNTIC. 
El Caracol de Morelia, de zapatistas, tzeltales, tzotziles y tojolabales se 
llamará TORBELLINO DE NUESTRAS PALABRAS, o sea MUC'UL PUY ZUTU'IK JU'UN 
JC'OPTIC. 
El Caracol de La Garrucha, de zapatistas tzeltales, se llamará RESISTENCIA 
HACIA UN NUEVO AMANECER, o sea TE PUY TAS MALIYEL YAS PAS YACH'IL SACAL QUINAL. 
El Caracol de Roberto Barrios, de zapatistas choles, zoques y tzeltales, se 
llamará EL CARACOL QUE HABLA PARA TODOS, o sea TE PUY YAX SCO'OPJ YU'UN 
PISILTIC (en tzeltal), y PUY MUI TI T'AN CHA 'AN TI LAK PEJTEL (en chol). 
El Caracol de Oventic, de tzotziles y tzeltales, se llamará RESISTENCIA Y 
REBELDIA POR LA HUMANIDAD, o sea TA TZIKEL VOCOLIL XCHIUC JTOYBAILTIC SVENTA 
SLEKILAL SJUNUL BALUMIL. 
Esa tarde no llovió y el sol pudo llegarse sin problemas, caminando por un 
cielo planito, hasta la casa que tiene detrás de la montaña. Salió entonces la 
luna y, aunque parezca increíble, la madrugada entibió las montañas del sureste 
mexicano. 
Desde las montañas del sureste mexicano. 
Subcomandante insurgente Marcos. 
México, julio de 2003. 
Continuará... 

 
 



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