javier milara on Thu, 24 Jan 2002 14:39:03 +0100 (CET)


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[nettime-lat] Foro Social Mundial de Porto Alegre


Foro Social Mundial de Porto Alegre


Alternativa post-capitalista
Frei Betto
Servicio Informativo "alai-amlatina"

Los participantes del Foro Social Mundial de Porto Alegre, que estarán 
reunidos del 31 de enero al 5 de febrero, afirman que "otro mundo es 
posible". ¿Por qué otro, si ya tenemos este -capitalista, neoliberal y 
globocolonizador? Este es el mejor de los mundos. Excepto para los 2/3 de la 
población mundial que viven bajo la línea de pobreza, según el Banco 
Mundial.

Habitan nuestro planeta, hoy, 6.100 millones de personas. Sólo 2.100 
millones disfrutan de condiciones dignas de vida. Los otros 4 mil millones 
padecen: 2.800 millones viven bajo la línea de pobreza, lo que significa que 
no disponen de una renta mensual equivalente a más de 60 dólares. Y 1.200 
millones viven bajo la línea de miseria, porque poseen una renta mensual 
inferior al equivalente a los 30 dólares.

La economía mundial está en desaceleración. No va a crecer más del 2.4% este 
año, afirma el FMI. En ese mar de pobreza es la ilusión esperar una tabla de 
salvación neoliberal que venga de las islas de opulencia. Los muros de los 
campos de concentración de la renta son demasiado altos para permitir la 
entrada de la multitud de excluidos. Pero son demasiado frágiles para 
impedir el riesgo de una implosión. Hay que buscar una alternativa al actual 
modelo económico, antes que la desesperación fomente todavía más el 
terrorismo. Y esa alternativa pasa, necesariamente, por el cambio de 
valores, y no sólo de mecanismos económicos.

Es muy curioso constatar cómo la economía -que se pretende científica y 
laica- utiliza categorías religiosas, como la "mano invisible" de Adam 
Smith. Es el caso del mercado, que parece tener sentimientos humanos, 
segundo los comentarios de quien considera que, delante de tal hecho, él 
"reaccionó bien" o "se retrajo". A él se puede aplicar, en la óptica 
neoliberal, el axioma dogmático: fuera del mercado no hay salvación.

Tal vez se deba a ese fetiche religioso el hecho de que la mayoría de los 
shopping-center posean líneas arquitectónicas de catedrales estilizadas. Y 
no se puede entrar ahí sino con ropa de misa de domingo, recorriendo los 
amplios claustros al son gregoriano pos-moderno, para contemplar capillas 
que exhiben venerables objetos de consumo, acolitados por bellísimas 
sacerdotisas. Se siente en el cielo quien puede comprar al contado; en el 
purgatorio, quien paga a plazos o con cheque especial; en el infierno, quien 
se sabe excluido del mercado.

Si el mundo ronda en torno a la economía y la economía gira en torno al 
mercado, eso significa que éste, revestido de carácter idólatra, se sostiene 
encima de los derechos de las personas y los recursos de la Tierra. Se 
presenta como un bien absoluto. Decide la vida y la muerte de la humanidad. 
Así, los fines - vida y felicidad humanas- quedan subordinados a la 
acumulación privada de las riquezas. No importa que la riqueza de unos pocos 
signifique la pobreza de muchos. El paradigma del mercado son las cifras de 
cuentas bancarias y no la dignidad de las personas.

Hay, pues, una inversión de valores. Los productos pasan a ser sujetos y las 
personas objetos. Es el producto que imprime valor a quien lo posee. Por 
tanto, los desposeídos carecen de valor y, descartados del juego económico, 
son atraídos a reverenciar la abundancia de los privilegiados.

La ostentación de los millonarios funciona como un icono en el que se 
proyectan aquellos que, excluidos del festín, al menos saborean virtualmente 
las migajas psicológicas caídas de la mesa de los acomodados. Quien sabe, un 
día, yo podría ser uno de ellos. Sueño que fácilmente se transforme en 
revuelta.

El principio supremo de la ciudadanía mundial es el derecho de todos a la 
vida y, como enfatiza Jesús, "vida en plenitud" (Juan 10, 10). ¿Cómo hacer 
eso viable? Cualquier alternativa deberá huir de los extremos que castigaron 
a una porción significativa de la humanidad del siglo XX: el libre mercado y 
la planificación centralizada. Ni uno ni otro subordina la economía a los 
derechos del ciudadano. El mercado estrecha oportunidades, concentrando la 
riqueza en manos de pocos. La planificación centralizada, aunque ejercida en 
nombre del pueblo, de hecho lo excluye de las decisiones. El mercado agrava 
el estado de injusticia. La planificación centralizada restringe el 
ejercicio de la libertad.

Para conciliar mercado y planificación, urge que la lógica económica 
abandone el paradigma de la acumulación privada para recuperar el del bien 
común, de modo que la ciudadanía se sobreponga al consumo y los derechos 
sociales de la mayoría a los privilegios ostentosos de la minoría.

La reciente coyuntura de Argentina demostró que la paciencia del pueblo 
tiene límites. Ni el decreto de estado de sitio logró contener la revuelta 
popular. No basta que el FMI insista en la pretensión de saber lo que es 
mejor para América Latina. Los índices sociales comprueban que su recetario 
está lejos de ser el mejor para la mayoría de la población. Hoy, hay 221 
millones de excluidos en nuestro continente.

El Foro Social Mundial es una luz que se enciende al final del túnel, 
rescatando la esperanza de tantos militantes de la utopía, que se 
avergüenzan de convivir con 4 mil millones de seres humanos víctimas de un 
sistema que imprime al pan valor de cambio, como mercadería, y no valor de 
uso, como bien indispensable para nuestra sobrevivencia biológica.


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