El Grano de Arena (Correo Informativo) on Wed, 3 Oct 2001 10:53:21 +0200 (CEST)


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[nettime-lat] [ATTAC] INFORMATIVO 107 - BATMAN Y TOBIN


EL GRANO DE ARENA
Correo de información ATTAC n°107
Miercoles, 03/10/2001
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informativo@attac.org

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PDF : http://attac.org/attacinfoes/attacinfo107.pdf
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En este número Síntesis

1.- Tobin Hood al asalto de los especuladores: Una visión humorística
de la historia reciente de la tasa Tobin aparecida en la revista
francesa Le Nouvel Observateur donde nos enteramos entre otras cosas
del origen cinéfilo del nombre de Attac.

2.- Sorprendentes paraísos - La maquinación terrorista:  Un análisis
muy interesante sobre la vinculación entre los paraísos fiscales y el
terrorismo de toda índole: el que provocan los dictadores como Mobutu
que pueden guardar tranquilamente el producto de la explotación de sus
pueblos en cuentas de intachables bancos occidentales y el que es
financiado por dinero que ha sido limpiado por estos mismos bancos.
¡Qué aburrida sería la vida sin estas deliciosas ironías!  El
exterminio de los paraísos fiscales es posible y necesario, pero
seguramente es más efectista (ya que no efectivo) amenazar con
bombardeos a uno de los pueblos más sufridos del orbe.

3.- Los movimientos de lucha contra la mundialización liberal después
del 11 de septiembre de 2001: Christophe Aguiton explica cuáles serán
los nuevos desafíos para el movimiento por una mundialización de la
justicia.

4.- El adversario: De manera absolutamente ilegal y en violación
flagrante de los derechos de propiedad intelectual, reproducimos la
editorial de Ignacio Ramonet del número de octubre de Le Monde
Diplomatique.  Esperemos que citar la fuente sea suficiente.

5.- El teatro del Bien y del Mal: Eduardo Galeano nos da su opinión
sobre los eventos del 11 de septiembre.  Y siguen las firmas.

6.- Recordatorio: Porque pensamos que hay que la historia no puede
narrarse sin un contexto, recordamos a algunas otras víctimas de
bombardeos.

7.- Criminales que no serán juzgados:  Para terminar a todo lujo, el
Profesor James Petras explica cuáles son los criminales que deberían
ser juzgados para el ejemplo de los futuros Kissinger.




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1.- Tobin Hood al asalto de los especuladores
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Aparecido en Le Nouvel Observateur nº1923 - Semana del 13 de
septiembre de 2001

La idea de un impuesto mundial sobre los mercados de cambios es la
serpiente marina del programa de Lionel Jospin (primer ministro
francés, ndt).  Aparecida en 1995, enterrada posteriormente, vuelve a
ver la superficie en período preelectoral.  Investigación sobre los
entretelones de una idea que divide a la mayoría.

En el bosque de Sherwood de las altas finanzas, la duda comenzó a
florecer el 4 de septiembre: ¿y si el Sheriff de Bercy (ministerio de
economía, ndt) preparase su rendición?  Aquel día, Laurent Fabius
(ministro de economía, ndt) había resuelto reabrir el dossier de la
tasa Tobin.  Y confiar a su jefe de gabinete, Florence Ribard, la
tarea de convocar cuanto antes a los propagandistas de la tasación
sobre los movimientos de capitales a corto plazo.  "La posición del
ministro evoluciona muy rápidamente", reconoce uno de sus consejeros,
sorprendido por los eventos.

¡Maldita tasa Tobin!  Hace un año, el ministro había creído enterrarla
definitivamente, declarándola entonces, apoyándose en un informe de
expertos, "generosa pero inaplicable".  Luego vinieron Génova, su
cumbre del G8, sus cortejos de militantes por una mundialización con
rostro humano.  Y el formidable éxito mediático de una idea tan simple
que se hace irresistible: la tasa Tobin.  ¡Podría ser la hija natural
de Robin Hood y de Amélie Poulain! (referencia a un reciente francés,
"Le fabuleux destin d'Amélie Poulain" de Jean-Pierre Jeunet, ndt)

Se trata de cobrar una pequeña comisión -del orden del 0,1% - sobre
todas las transacciones financieras a corto plazo en los mercados
cambiarios.  El producto de este impuesto mundial sería luego
colectado en un fondo de ayuda al desarrollo en el mundo.  Hacer pagar
a los especuladores para ayudar a los países pobres: ¿qué corazón
puede ser tan duro como para no aplaudir a más no poder?  Sobre todo
teniendo en cuenta que el proyecto es 100% Premio Nobel.  Desde 1971,
el norteamericano James Tobin, futuro premio Nobel de Economía había
sugerido este impuesto para limitar la locura especulativa que se
encuentra en el origen de las crisis monetarias.  E inclusive Joseph
Stiglitz, antiguo economista en jefe del Banco Mundial, la ha retomado
en sus obras hace una década.

Fácil de comprender, llena de buenas intenciones y decorada con rigor
científico: ¡todo gurú del marketing desearía haberla inventado!
Attac, Asociación por un Tributo de las Transacciones Financieras para
Ayuda a los Ciudadanos, la convirtió en su caballo de batalla.  ¡Y
pensar que esta constelación de asociaciones, sindicatos y periódicos
nació por el guiño de un periodista cinéfilo!

Noviembre 1997: Ignacio Ramonet, el director de la redacción de "Le
Monde Diplomatique", da los últimos toques a una editorial en la que
llama a la creación de un movimiento no gubernamental para la
promoción de la tasa Tobin.  Busca una sigla resonante.  Será Attac,
en referencia a "Attaque!", un viejo film norteamericano de Robert
Aldrich en el que se denuncia la cobardía de los oficiales superiores
durante la guerra.

¡La idea es todo un éxito!.  Miles de cartas pidiendo "desarmar a los
mercados" llegan a la revista.  Imponer a los especuladores se
convierte en una consigna.  De SUD-PTT a la Confédération Paysanne de
José Bové, del Sindicato de la Magistratura a Agir ensemble contre le
chômage (sindicato de desempleados, ndt), todos los actores de la
rebelión antiliberal se precipitan a inscribirse.

La organización se dota rápidamente de un consejo científico, que
reúne un puñado de profesores de la universidad.  Su misión: batallar
con los expertos ortodoxos.  "Pero el mejor medio de lanzar el debate
público sobre la tasa Tobin era introducirla en la arena política",
precisa Bernard Cassen, presidente del movimiento.  En cuatro meses,
un comité de diputados de Attac (130 parlamentarios) se constituye en
la Asamblea Nacional.  Son los caballos ligeros de los Clausewitz de
la antimundialización.  Cada discusión presupuestaria suscita
enmiendas a favor de la tasa Tobin., concebidas como trampas para el
gobierno.  A fines de 1998 fue necesario que el ministro de Finanzas
Dominique Strauss-Kahn baje al Hemiciclo (Congreso, ndt), en plena
noche, para lograr que se postergue in extremis la adopción del
impuesto mundial.

¡Una pesadilla para Bercy!  "La mejor forma de combatir esta ilusión
es estudiarla en detalle, pues la argumentación de sus partidarios
peca por error de análisis", afirma Olivier Davane, antiguo consejero
de Pierre Bérégovoy y de Martine Aubry, y que también pasó por el
banco norteamericano Goldman Sachs.  Hoy en día reciclado en el
consejo en estrategia de inversiones, Davane es el autor del primer
informe público resueltamente negativo sobre el tema, publicado en
noviembre de 1998.  Sus trabajos presentados al Consejo de Análisis
Económico, el "think tank" de Lionel Jospin, inspiraron otros estudios
encargados por Bercy o por la comisión de Finanzas del Congreso.  En
cada ocasión se opusieron los mismos argumentos técnico-económicos al
impuesto antiespeculación:  perturbación del buen funcionamiento de
los mercados financieros y por lo tanto del financiamiento de la
economía real; riesgo de evasión fiscal; dificultad de cobro del
impuesto; ineficacia en caso de crisis financieras serias; etc.  O
sea, para el aparato político-administrativo, promover la tasa Tobin
constituye simple y llanamente una pérdida de tiempo.

¡Lástima!  Estos argumentos no tienen ninguna chance de hacer
retroceder el ardor de los "tobinófilos".  Para el intransigente
Bernard Cassen, "un experto dice lo que los que le pagan quieren
hacerle decir".  Sobre todo teniendo en cuenta que, en el espíritu del
movimiento contestatarios, medir fuerzas con los especuladores no es
más que un primer paso.  "La tasa Tobin no es más que la clave de sol
de nuestra melodía, un simple artilugio pedagógico para cuestionar la
mundialización liberal en todos sus aspectos", dice Pierre
Tartakowsky, secretario general de Attac.

Antes que una bomba de finanzas para el tercer mundo, la tasa Tobin es
un arma fatal contra el "pensamiento único".  Es en este terreno donde
obtuvo sus primeras victorias.  Y no sólo entre la opinión pública.
¿Homenaje del vicio a la virtud?  George Soros, el príncipe de los
especuladores internacionales, famosos por haber ganado en un día, en
1992, más de mil millones de dólares especulando contra la libra
esterlina, hace ya amagues de entregar las armas.  "No estoy seguro de
que la tasa Tobin resuelva verdaderamente los problemas
monetarios(...), pero como fuente de impuestos, estoy a favor",
concedió recientemente el financista norteamericano.

¿Demagogia?  Es posible.  Pero el tema de las finanzas locas inquieta
visiblemente a más de una conciencia patronal.  Escuchen si no a este
presidente de la filial de una gran multinacional europea que, en el
anonimato de su oficina de la región parisina, deja ver su corazoncito
antimundialista.  "La tasa Tobin, ¿por qué no?  En todo caso, estoy a
favor de todo lo que pueda debilitar la dictadura de los mercados."
La confesión, claro, fue hecha con la condición de confidencialidad.
"Comprenderá que no podría manejar las consecuencias si mi posición
fuese hecha pública"  La hora de los renegados de la mundialización
financiera no habrá sonado hasta que el emblemático foro de Davos
inscriba en su programa a la tasa Tobin.

OLIVIER TOSCER


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2.- Sorprendentes paraísos - La maquinación terrorista
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El caso Clearstream no será silenciado.

El miércoles 19 de septiembre, a la misma hora en que la misión
parlamentaria francesa sobre el blanqueo de dinero recibía a un
testigo clave en el caso Clearstream, la policía luxemburguesa
aparecía en lo de Ernest Backes para un vasto y espectacular registro.

El azar no existe.  Desde la aparición del libro Révélation$ de Ernest
Backes y Denis Robert, el funcionamiento opaco de Clearstream ha sido
regularmente denunciado por altas autoridades políticas y judiciales
europeas.  Ante la presión se abrió una investigación judicial que
llevó al despido de toda la dirección de Clearstream, pero la puerta
se cerró inmediatamente sobre los secretos de esta firma tentacular.
Lo que los jueces de apelación de Ginebra, Bernard Bertossa, Renaud
Van Ruymbeke,
Eva Joly y Benoît Dejemeppe han llamado "la caja negra de la
mundialización financiera" no será abierta por el país que la cobija.

El mensaje es claro: la investigación no irá más allá de los fusibles
circunstanciales.  Cada avance de la investigación parlamentaria
francesa tendrá inmediatamente respuesta mediante operaciones
intimidatorias y de amenaza contra Ernest Backes y aquéllos que osan
hablar en Luxemburgo.  No obstante, la investigación financiera sobre
los atentados del 11 de septiembre aportó la prueba trágica de los que
denuncian Ernest Backes y Denis Robert:  la opacidad de los mercados
financieros y la complicidad de los Estados bancarios protege a los
movimientos más problemáticos.  Sabemos que la filial de los intereses
de Bin Laden llega hasta Luxemburgo y que las computadoras de
Clearstream pueden hacer que se siga la pista de todos los movimientos
especulativos de los "iniciados".  Pero la Justicia de M. Junker
prefiere ocuparse de los archivos de Ernest Backes.  Por nuestra
parte, el aprovechamiento de los archivos de Clearstream, que llevamos
adelante desde la primavera boreal, no deja de sorprendernos y el
resultado de nuestras investigaciones será puesto a disposición del
público a principios del año próximo.  El caso Clearstream no será
silenciado.

Los paraísos en el banquillo.

Los paraísos fiscales son generalmente señalados con el dedo por los
EEUU.  Entrevistado por el diario italiano La Repubblica, James
Wosley, antiguo director de la CIA de 1993 a 1995, estima que la isla
de Chipre es "el peor de todos".  Según el diario suizo-germano Blick,
una sociedad financiera de Lugano, Taqwa (que en árabe significa
"temor de dios"), podría haber servido de punto de tránsito para la
fortuna de Bin Laden.  Paralelamente, las autoridades panameñas,
alertadas por varias policías extranjeras, han abierto una
investigación sobre una sociedad financiera matriculada en Panamá que
podría ser utilizada por el millonario de origen saudita.

Al servicio del crimen

Más que pensar en destruir Kabul o Kandahar, ¿no sería hora de cerrar
las Caimán y otros paraísos financieros?  Esta alternativa a una
respuesta militar quizá pueda frustrar a los partidarios de una
venganza en "direct-live"; pero sería sin duda más eficaz contra el
terrorismo.  ¿Qué sería de Osama Bin Laden, cuyo poder terrorista
radica en su fortuna financiera, si ésta, en lugar de estar protegida
por un secreto inviolable, estuviese domiciliada en una agencia
bancaria parisina?  Sus activos habrían sido confiscados hace tiempo.

Cliente multitarjeta.  Toda la ironía de esta tragedia reside
precisamente allí.  Desde hace décadas se  permitió el crecimiento
hasta el gigantismo de un sistema dentro del sistema, una finanza
llamada "offshore", fuera de las costas.  En realidad, lejos de las
miradas, lejos del fisco y lejos de todo control por los
Estados-Nación.  En algunas decenas de islotes exóticos, pero también
en el fondo de las grandes plazas (financieras), los capitales
offshore se reúnen, mientras eligen domicilio, antes de correr a
invertirse allí donde rinden mejor: sobre los grandes mercados
bursátiles y  de obligaciones.

Estos patrimonios ocultos se han duplicado en quince años.  Vito
Tanzi, antiguo director de asuntos fiscales del FMI, los estima hoy en
5 billones de dólares (o sea un cinco seguido de doce ceros).

La clientela es muy variada.  Gerentes de multinacionales que supieron
administrar hábilmente los precios de transferencia entre filiales y
consiguieron evaporar los beneficios obtenidos; estafadores fiscales
de todo tamaño; corruptores enmascarados y vergonzosos corruptos;
traficantes de armas y otros productos sensibles; organizaciones
criminales que desean lavar su dinero de la droga y de la estafa;
oficinas gubernamentales que se mueven en la sombra invocando la
"razón de Estado"; gobernantes que no pueden confesar ciertas
comisiones; finalmente, claro, terroristas organizados en redes que
utilizan también estos paraísos financieros para transformar el dinero
limpio en dinero del crimen.  Es una calle de dos sentidos.

Osama Bin Laden es un cliente multitarjeta.  Nació en una familia
impregnada de esta cultura "offshore", la más rica de Arabia Saudita
después de la familia real.  La CIA le enseñó los últimos detalles,
financiando a través de él el armamento de los talibanes contra el
Ejército Rojo.  El alumno, decididamente aplicado, agregó a su
curriculum el tráfico de opio, que lo hizo prosperar.  Finalmente,
este especialista en sociedades pantalla utilizó su ingeniería
financiera para solventar la red terrorista que hoy hace temblar a sus
mecenas.  Pero también para financiar el régimen talibán, al que le
debe mucho.

La fortuna de Osama Bin Laden, estimada en varios miles de millones de
dólares, tiene múltiples orígenes.  Pero no hay duda de que ha
prosperado principalmente gracias al tráfico de opio afgano.  Tras la
partida de los soviéticos en 1989, la producción se incrementó en un
19% por año, precisa el último informe de la Oficina de las Naciones
Unidas para el control de drogas y prevención del crimen.  Después de
1996 y el regreso de Bin Laden a Afganistán, todas las marcas fueron
superadas.  En 1999, la amapola cubría más de 91 000 hectáreas y la
cosecha de opio superó las 4 500 toneladas, o sea el 80% de la
producción mundial.  Un valor bruto de 91 millones de dólares, según
la ONU, multiplicado gracias a la transformación in situ en morfina
base y en heroína.  Ni el financiamiento de la red terrorista ni el
tráfico de droga serían posibles a esta escala sin la utilización
intensa de los paraísos financieros.

Demasiado tarde.  Las perversidades de este sistema dentro del sistema
son conocidas desde hace tiempo.  Los medios para terminar con él han
sido enunciados, particularmente en un informe oficial dirigido al
presidente demócrata norteamericano Jimmy Carter el 14 de enero de
1981.  El republicano Ronald Reagan, quien llegó el 20 a la Casa
Blanca, lo arrojó al fondo de un cajón.  El demócrata Bill Clinton,
desde su primera campaña electoral, retomó la idea pero se encontró
durante mucho tiempo con una desconcertante hostilidad de parte de los
europeos, que dejaron pasar la oportunidad de avanzar, antes de
recuperar el tiempo perdido.  Débilmente y demasiado tarde.  La
administración republicana viene de cortar en seco toda iniciativa,
estando el secretario del Tesoro, Paul O'Neill, opuesto a "todo
esfuerzo que pretenda dictarle a un país la organización de su sistema
fiscal".  Entre fuerzas obscuras y transparencia, la elección parece
haber sido hecha.

Jean-François Couvrat
Para saber más (en francés):

http://attac.org/luxembourg
grandelessive@attac.org


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3.- Los movimientos de lucha contra la mundialización liberal después
del 11 de septiembre de 2001.
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Por Christophe Aguiton

El movimiento mundial que se expresó en los eventos de Seattle a
Génova, tenía como adversario simbólico Wall Street, que representaba
el poder de los mercados financieros, pero también el Pentágono,
figura de la dominación imperial y del militarismo norteamericano.
Con un siniestro paralelismo, son éstos los blancos que buscaron,
ahora de forma bien real, los autores de los atentados homicidas de
Washington y de Nueva York.  Esta relación no tiene evidentemente
ningún sentido para aquéllos que, comprometidos con el movimiento
contra la mundialización liberal, saben bien que la fuerza del
movimiento radica en su capacidad de transformar el mundo dependiendo
antes que nada de su carácter masivo, del apoyo de la opinión pública
y del compromiso democrático de los movimientos sociales que le dan su
base y sus raíces.  Un movimiento particularmente importante en los
EEUU, donde los sindicatos y las ONG preparaban una manifestación muy
grande para el 30 de septiembre en Washington, simultáneamente con la
asamblea general del FMI y del Banco Mundial.  Pero esta relación es
utilizada por aquellos que buscan todos los argumentos posibles para
defender la mundialización liberal y el sistema actual.

Más todavía que el signo de evidente mala fe, es no ver que por el
contrario hay en el movimiento de lucha contra la mundialización
liberal, elementos de respuesta a tales atrocidades.

La insurrección zapatista de Chiapas, el 1º de enero de 1994, es
probablemente el evento fundador del movimiento que hace irrupción en
la escena mundial a partir de Seattle.  Y la fuerza del zapatismo ha
sido la defensa de la identidad y de las reivindicaciones específicas
de los indios de Chiapas al mismo tiempo que lanzaba un llamado
universal contra el liberalismo y por la creación de un movimiento
mundial que se concretó en el primer encuentro "intergaláctico" del
verano de 1996.  Esta capacidad para defender las identidades y las
especificidades de los movimientos al mismo tiempo que se desarrollan
alternativas a nivel mundial es una de las características esenciales
del movimiento que se construyó de Seattle a Génova.

En su extensión a todos los continentes, este movimiento ofrece una
respuesta internacionalista a todos los que se rebelan y luchan contra
un sistema que agrava las desigualdades y las exclusiones.  Ése fue el
caso en Porto Alegre, para todos los movimientos de defensa de los
pueblos indígenas de América Latina.  En Génova, la presencia de una
delegación de 50 representantes de sindicatos y de movimientos rusos y
ucranianos les permitió establecer contactos y prever la inserción
regular de los militantes rusos en el "movimiento mundial".  Y la
movilización contra un nuevo ciclo de negociaciones en el marco de la
OMC que debe tener lugar en Qatar es también la ocasión de
relacionarse con los movimientos que existen en el mundo árabe y esto
gracias a las conferencias e iniciativas tomadas en el Cairo y en
Beirut.  El desarrollo del movimiento a nivel mundial, como el de las
luchas sociales y democráticas, permite ofrecer alternativas a los
repliegues nacionalistas, integristas o reaccionarios.  Así, en
Francia, el desarrollo de las luchas, en los años 1990, precipitó el
ocaso del Front National, que se apoyaba en las capas populares
golpeadas por la crisis económica.

Los atentados del 11 de septiembre no pueden sino reforzar nuestra
convicción de la importancia y de la urgencia de desarrollar este
movimiento mundial, democrático y no violento, que es el único en
proponer alternativas globales a la mundialización liberal.

Pero estos atentados deberían ser también, para los gobiernos de las
grandes potencias, y sobre todo el de los Estados Unidos, como para
las instituciones internacionales, la ocasión de un cuestionamiento de
las políticas llevadas a cabo desde hace décadas.  Veremos en las
próximas semanas y los meses que vendrán la que será la postura
política norteamericana, pero las primeras declaraciones de George
Bush, la "lucha del bien contra el mal" o sobre Bin Laden "lo queremos
vivo o muerto", nos recuerdan la guerra fría.  La hipótesis más
probable es la de la opción militarista y represiva.  Una novedad en
la situación: más allá de las alianzas juzgadas necesarias por los
Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo, la búsqueda de la
mundialización hace difíciles las estigmatizaciones nacionales o
culturales.  Más que el choque de civilizaciones que pronosticaba
Samuel P. Huntington(1), la "guerra" que quieren llevar a cabo los
dirigentes norteamericanos puede ser una guerra civil.(2).  El
terrorismo será el primer blanco, pero, en esta nueva cruzada, los
"enemigos del interior" -fuerzas radicales, movimientos sociales y
movimientos de lucha contra la mundialización liberal- podrían ser
rápidamente acusados al mismo tiempo que se impondrían medidas de
restricción de las libertades.

Una orientación semejante puede ser el origen de nuevas
contradicciones entre los países grandes, y en esto la situación es
diferente de la que prevalecía durante la guerra del Golfo.  En
Europa, muchos responsables gubernamentales dejaron escuchar una
opinión diferente.  Tras la expresión de su solidaridad con el pueblo
norteamericano, insistieron sobre las respuestas de fondo que deben
darse a los problemas políticos, en particular en Oriente Medio, y
sobre la necesidad de regulaciones a nivel mundial.  Esta voluntad de
autonomía europea se ve confortada por el resultado de dos
conferencias internacionales.  La de Bonn, en donde el protocolo de
Kyoto fue firmado por numerosos países, entre los cuales estaba la
Unión Europea pero sin los Estados Unidos.  Y la de la ONU en Durban,
donde se adoptó una resolución sobre el racismo con el apoyo europeo
mientras que los Estados Unidos se fueron de la reunión.  Estas
contradicciones podrían abrir espacios para los movimientos, como fue
el caso del AMI o de la asamblea general de la OMC en Seattle.  Esta
cuestión permanecerá sin embargo abierta, pues las presiones son
fuertes para obtener la solidaridad occidental.  El próximo ciclo de
negociaciones sobre el comercio que debía inaugurarse en Qatar el 9 de
noviembre, en el marco de la OMC, podría permitir una movilización
internacional que cambie las relaciones de fuerza a nivel mundial.

A pesar de todo, y en un contexto más grave y difícil, las
movilizaciones tendrán lugar y los movimientos contra la
mundialización liberal van a seguir construyendo.  Una situación que
exigirá de estos movimientos mayor atención por los problemas
democráticos y por la cuestión de la paz y la seguridad de los
pueblos: para las poblaciones del sur, al incremento de las
desigualdades se agrega hoy el temor de las intervenciones militares,
vengan éstas de potencias occidentales o de gobiernos locales que
utilizan la coyuntura para solucionar conflictos que permanecían
latentes.  Pero es en esta "otra mundialización" que reside la
esperanza de un mundo más justo y más seguro para todos los pueblos
del planeta.

París, 20 de septiembre de 2001.
Christophe Aguiton

1/ Samuel P. Huntington desarrolla en su obra "El choque de
civilizaciones", la idea según la cual el siglo XIX habría conocido
los enfrentamientos entre naciones, el siglo XX entre ideologías y el
siglo XXI sería el de los enfrentamientos entre civilizaciones.
2/ Es la opinión desarrollada por Alain Touraine en una columna
publicada por el diario francés Libération el 14 de septiembre de
2001.


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4.- El adversario
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Por Ignacio Ramonet

Era el 11 de septiembre.  Desviados de su misión ordinaria por pilotos
decididos a todo, los aviones se dirigen hacia el corazón de la gran
ciudad, resueltos a abatir los símbolos de un sistema político
detestado.  Muy rápido: las explosiones, las fachadas que estallan en
pedazos, los derrumbes en medio de un estruendo infernal, los
sobrevivientes aterrados huyendo cubiertos de escombros.  Y los medios
que transmiten la tragedia en directo...

¿Nueva York 2001?  No, Santiago de Chile, 11 de septiembre de 1973.
Con la complicidad de los Estados Unidos, golpe de estado del general
Pinochet contra el socialista Salvador Allende, y bombardeo del
palacio presidencial por las fuerzas aéreas.  Decenas de muertos y el
comienzo de un régimen de terror que duraría quince años...

Más allá de la legítima compasión hacia las inocentes víctimas de los
atentados de Nueva York, ¿cómo no convenir que los Estados Unidos no
son - no más que ningún otro - un país inocente?  ¿No han participado
de acciones políticas violentas, ilegales y a veces clandestinas en
América Latina, en África, en Medio Oriente, en Asia...?  Cuya
consecuencia es una trágica cohorte de muertos, de "desaparecidos", de
torturados, de prisioneros, de exiliados...

La actitud de los dirigentes y de los medios occidentales, su apuesta
proamericana, no deben ocultarnos la cruel realidad.  A lo largo y
ancho del mundo, y en particular en los países del Sur, el sentimiento
más frecuentemente expresado por la opinión pública ante estos
condenables atentados ha sido: "¡Lo que les pasa es muy triste, pero
se lo buscaron!"

Para comprender tal reacción, quizá no sea inútil recordar que,
durante la "guerra fría" (1948-1989), los Estados Unidos se
involucraron en una "cruzada" contra el comunismo.  Que por momentos
tomó formas de guerra de exterminio: miles de comunistas asesinados en
Irán, doscientos mil opositores de izquierda suprimidos en Guatemala,
cerca de un millón de comunistas exterminados en Indonesia...  Las
páginas más atroces del Libro negro del imperialismo norteamericano
fueron escritas a lo largo de esos años, marcados también por los
horrores de la guerra de Vietnam (1962-1975).

Ya entonces se trataba de "el Bien contra el Mal".  Pero en aquella
época, según Washington, apoyar a los terroristas no era
necesariamente inmoral.  A través de la CIA, los Estados Unidos
preconizaron los atentados en lugares públicos, los desvíos de
aviones, los sabotajes y los asesinatos.  En Cuba, contra el régimen
de Fidel Castro, en Nicaragua contra los sandinistas o en Afganistán
contra los soviéticos.

Es allí, en Afganistán, con el apoyo de dos Estados muy poco
democráticos, Arabia Saudita y Paquistán, que Washington impulsó, en
los años 1970, la creación de brigadas islamistas reclutadas en el
mundo árabe-musulmán y compuestas de lo que los medios llamaron los
"freedom fighters", ¡los combatientes por la libertad!  Es en esas
circunstancias, lo sabemos, que la CIA contrató al ahora célebre Osama
Bin Laden.

Desde 1991, los Estados Unidos se instalaron en una posición de
hiperpotencia única y marginaron, de hecho, a las Naciones Unidas.
Habían prometido instaurar un "nuevo orden internacional" más justo.
En nombre del cual condujeron una guerra contra Irak.  Pero, en
cambio, permanecieron escandalosamente parciales a favor de Israel, en
detrimento de los derechos de los palestinos.  Además, a pesar de las
protestas internacionales, mantuvieron un implacable embargo contra
Irak, que no afecta al régimen y mata a miles de inocentes.  Todo esto
ha ulcerado las opiniones del mundo árabe-musulmán y facilitado la
creación de un terreno donde se fortaleció un islamismo radicalmente
antiamericano.

Como el Dr. Frankenstein, los Estados Unidos ven ahora a su antigua
creación -Osama Bin Laden- levantarse contra ellos, con una violencia
demencial.  ¡Y se preparan para combatirlo apoyándose en dos
Estados -Arabia Saudita y Paquistán-  que, desde hace treinta años,
han contribuido como nadie a expandir a través del mundo las redes
islamistas radicales con métodos necesariamente terroristas!

Viejos ladinos de la guerra fría, los hombres que rodean al presidente
George W. Bush no están seguramente tristes por el cariz que toman las
cosas.  Quizá incluso piensen que se trata de una bendición.  Porque,
milagrosamente, los atentados del 11 de septiembre les restituyen un
aspecto estratégico mayor del que el colapso de la Unión Soviética les
había privado durante diez años: un adversario.  ¡Por fin!  Bajo el
nombre de "terrorismo", este adversario designado, todos lo habrán
comprendido, es de ahora en más el islamismo radical.  Todos los
excesos temidos pueden ahora producirse.  Incluyendo una versión
moderna del macartismo que tendría por objetivo a los adversarios de
la mundialización.  ¿Les gustó el anticomunismo?  ¡Adorarán el
anti-islamismo!


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5.- El teatro del Bien y del Mal
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Por Eduardo Galeano

En la lucha del Bien contra el Mal, siempre es el pueblo quien pone
los muertos.

Los terroristas han matado a trabajadores de cincuenta países, en
Nueva York y en Washington, en nombre del Bien contra el Mal. Y en
nombre del Bien contra el Mal, el presidente Bush jura venganza:
"Vamos a eliminar el Mal de este mundo", anuncia.

¿Eliminar el Mal? ¿Qué sería del Bien sin el Mal? No sólo los
fanáticos religiosos necesitan enemigos para justificar su locura.
También necesitan enemigos, para justificar su existencia, la
industria de armamentos y el gigantesco aparato militar de los Estados
Unidos. Buenos y malos, malos y buenos: los actores cambian de
máscaras, los héroes pasan a ser monstruos y los monstruos héroes,
según exigen los que escriben el drama.

Eso no tiene nada de nuevo. El científico alemán Werner von Braun fue
malo cuando inventó los cohetes V-2, que Hitler descargó sobre
Londres, pero se convirtió en bueno el día en que puso su talento al
servicio de los Estados Unidos.

Stalin fue bueno durante la Segunda Guerra Mundial y malo después,
cuando pasó a dirigir el Imperio del Mal. En los años de la guerra
fría, escribió John Steinbeck: "Quizá todo el mundo necesita rusos.
Apuesto a que también en Rusia necesitan rusos. Quizá ellos los llaman
americanos". Después, los rusos se abuenaron. Ahora, también Putin
dice: "El Mal debe ser castigado".

Saddam Hussein era bueno, y buenas eran las armas químicas que empleó
contra los iraníes y los kurdos. Después, se amaló. Ya se llamaba
Satán Hussein cuando los Estados Unidos, que venían de invadir Panamá,
invadieron Irak porque Irak había invadido Kuwait. Bush Padre tuvo a
su cargo esta guerra contra el Mal. Con el espíritu humanitario y
compasivo que caracteriza a su familia, mató a más de cien mil
iraquíes, civiles en su gran mayoría.

Satán Hussein sigue estando donde estaba, pero este enemigo número uno
de la humanidad ha caído a la categoría de enemigo número dos. El
flagelo del mundo se llama, ahora, Osama Bin Laden. La CIA le había
enseñado todo lo sabe en materia de terrorismo: Bin Laden, amado y
armado por el gobierno de los Estados Unidos, era uno de los
principales "guerreros de la libertad" contra el comunismo en
Afganistán. Bush Padre ocupaba la vicepresidencia cuando el presidente
Reagan dijo que estos héroes eran "el equivalente moral de los Padres
Fundadores de América". Hollywood estaba de acuerdo con la Casa
Blanca. En esos tiempos, se filmó Rambo 3: los afganos musulmanes eran
los buenos. Ahora son malos malísimos, en tiempos de Bush Hijo, trece
años después.

Henry Kissinger fue de los primeros en reaccionar ante la reciente
tragedia. "Tan culpables como los terroristas son quienes les brindan
apoyo, financiación e inspiración", sentenció, con palabras que el
presidente Bush repitió horas después.

Si eso es así, habría que empezar por bombardear a Kissinger. El
resultaría culpable de muchos más crímenes que los cometidos por Bin
Laden y por todos los terroristas que en el mundo son. Y en muchos más
países: actuando al servicio de varios gobiernos norteamericanos,
brindó "apoyo, financiación e inspiración" al terror de estado en
Indonesia, Camboya, Chipre, Irán, Africa del Sur, Bangladesh y en los
países sudamericanos que sufrieron la guerra sucia del Plan Cóndor.

El 11 de setiembre de 1973, exactamente 28 años antes de los fuegos de
ahora, había ardido el palacio presidencial en Chile. Kissinger había
anticipado el epitafio de Salvador Allende y de la democracia chilena,
al comentar el resultado de las elecciones: "No tenemos por qué
aceptar que un país se haga marxista por la irresponsabilidad de su
pueblo". El desprecio por la voluntad popular es una de las muchas
coincidencias entre el terrorismo de estado y el terrorismo privado.
Por poner un ejemplo, la ETA, que mata gente en nombre de la
independencia del País Vasco, dice a través de uno de sus voceros:
"Los derechos no tienen nada que ver con mayorías y minorías".

Mucho se parecen entre sí el terrorismo artesanal y el de alto nivel
tecnológico, el de los fundamentalistas religiosos y el de los
fundamentalistas del mercado, el de los desesperados y el de los
poderosos, el de los locos sueltos y el de los profesionales de
uniforme. Todos comparten el mismo desprecio por la vida humana: los
asesinos de los seis mil seiscientos ciudadanos triturados bajo los
escombros de las torres gemelas, que se desplomaron como castillos de
arena seca, y los asesinos de los doscientos mil guatemaltecos, en su
mayoría indígenas, que han sido exterminados sin que jamás la tele ni
los diarios del mundo les prestaran la menor atención. Ellos, los
guatemaltecos, no fueron sacrificados por ningún fanático musulmán,
sino por los militares terroristas que recibieron "apoyo, financiación
e inspiración" de los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos.

Todos los enamorados de la muerte coinciden también en su obsesión por
reducir a términos militares las contradicciones sociales, culturales
y nacionales. En nombre del Bien contra el Mal, en nombre de la Unica
Verdad, todos resuelven todo matando primero y preguntando después. Y
por ese camino terminan alimentando al enemigo que combaten. Fueron
las atrocidades de Sendero Luminoso las que en gran medida incubaron
al presidente Fujimori, que con considerable apoyo popular implantó un
régimen de terror y vendió el Perú a precio de banana. Fueron las
atrocidades de los Estados Unidos en Medio Oriente las que en gran
medida incubaron la guerra santa del terrorismo de Alá.

Aunque ahora el líder de la Civilización esté exhortando a una nueva
Cruzada, Alá es inocente de los crímenes que se cometen en su nombre.
Al fin y al cabo, Dios no ordenó el holocausto nazi contra los fieles
de Jehová y no fue Jehová quien dictó la matanza de Sabra y Chatila ni
quien mandó expulsar a los palestinos de su tierra. ¿Acaso Jehová, Alá
y Dios a secas no son tres nombres de una misma divinidad?
Una tragedia de equívocos: ya no se sabe quién es quién. El humo de
las explosiones forma parte de una mucho más enorme cortina de humo
que nos impide ver. De venganza en venganza, los terrorismos nos
obligan a caminar a los tumbos. Veo una foto, publicada recientemente:
en una pared de Nueva York, alguna mano escribió: "Ojo por ojo deja al
mundo ciego".

La espiral de la violencia engendra violencia y también confusión:
dolor, miedo, intolerancia, odio, locura. En Porto Alegre, a comienzos
de este año, el argelino Ahmed Ben Bella advirtió: "Este sistema, que
ya enloqueció a las vacas, está enloqueciendo a la gente". Y los
locos, locos de odio, actúan igual que el poder que los genera.

Un niño de tres años, llamado Luca, comentó en estos días: "El mundo
no sabe dónde está su casa". El estaba mirando un mapa. Podía haber
estado mirando un noticiero.


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6.- Recordatorio
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PAISES QUE EE.UU. HA BOMBARDEADO DESDE EL FIN DE LA II GUERRA MUNDIAL

China 1945-46
Corea 1950-53
China 1950-53
Guatemala 1954
Indonesia 1958
Cuba 1959-60
Guatemala 1960
Congo 1964
Perú 1965
Laos 1964-73
Vietnam 1961-73
Camboya 1969-70
Guatemala 1967-69
Granada 1983
Libia 1986
El Salvador 1980s
Nicaragua 1980s
Panamá 1989
Iraq 1991-99
Sudán 1998
Afganistán 1998
Yugoslavia 1999

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7.- Criminales que no serán juzgados.
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Por James Petras
Profesor de Ética Política en la Universidad de Binghamton (Nueva
York).

Hay un tema que se ha quedado a medias y que es necesario que se
resuelva de manera urgente en el comienzo del nuevo milenio: la
cuestión de los crímenes de guerra. No me refiero al ya existente
Tribunal de Crímenes de Guerra montado en Ginebra por las potencias de
la OTAN en su propio beneficio a fin de justificar sus aspiraciones a
la hegemonía mundial. Me refiero a un tribunal de crímenes de guerra
organizado desde abajo, por los campesinos y los trabajadores que han
padecido las grandes expoliaciones de este siglo. Lo que resulta más
sorprendente de los grandes crímenes de guerra es cuán pocos de sus
responsables han sido llevados a juicio en alguna ocasión. En
realidad, uno de los aspectos más asombrosos consiste en el hecho de
que la mayor parte de los más execrables criminales de guerra se han
convertido en abogados y promotores de tribunales en contra de sus
víctimas. Naturalmente, algunos criminales de guerra -en particular,
personajes político-militares nazis y japoneses- fueron juzgados y
condenados al término de la Segunda Guerra Mundial, pero muchos
crímenes contra la humanidad han quedado sin castigo y, en
determinados casos, completamente olvidados. La política tiene una
ley: los crímenes sin castigo son crímenes que se repiten. No se trata
de venganza o reconciliación, sino de reconocer que la impunidad
estimula la reincidencia; que los criminales de guerra que asesinan a
millones de personas estén sujetos a las leyes, al menos, exactamente
igual que el homicida de una sola persona. Hablar de «reconciliación»
equivale a crear un doble sistema legal, uno para los asesinos de
masas que ocupan altos cargos y otro para asesinos que han actuado
contra ciudadanos individuales. Hablar de reconciliación equivale a
exonerar a los criminales de guerra y perpetuar sistemas de poder que
pueden volver a darse y cometer así idénticos crímenes nefastos en el
futuro.

Confundir la venganza con los procesos judiciales en los que se
castigan los crímenes contra la humanidad equivale, en el mejor de los
casos, a ignorancia bienintencionada y, en el peor, a una estratagema
retórica de los cómplices intelectuales de los criminales de guerra.

Alguien podría oponer una objeción válida, la de que sería demasiado
larga la lista de los criminales de guerra que se han librado de
juicio, a fin de cuentas, prácticamente todos los líderes de las
grandes potencias, del este y del oeste, implicados en actos inhumanos
de gran alcance. El propósito del tribunal de crímenes de guerra no
sería el de llevar a juicio a todos los líderes responsables, sino
sólo a un amplio muestrario. Con que se juzgara a unos pocos de los cr
iminales más destacados, se sentaría un precedente de cara al futuro,
lo cual podría disuadir a los líderes militares y políticos de
incurrir en comportamientos criminales.

La primera sesión del tribunal de crímenes de guerra debería empezar
por revisar el primer caso de genocidio del siglo XX: la matanza de
más de un millón de armenios a cargo de los turcos y la negación y
justificación que del genocidio han hecho todos los gobiernos turcos,
incluido el actual. No es sorprendente que la impunidad turca en el
pasado haya llevado a los crímenes de nuestros tiempos contra los
kurdos.

En tiempos más recientes, las potencias de la OTAN han insistido en un
tribunal de crímenes de guerra para algunos de los cómplices
camboyanos de Pol Pot, bajo la acusación de delitos de genocidio. Se
les acusa de haber asesinado o dejado morir de inanición a casi dos
millones de personas. La segunda sesión del tribunal de crímenes de
guerra debería llevar a juicio a Henry Kissinger, que fue consejero de
seguridad nacional del presidente Nixon y responsable del asesinato o
de la mutilación de centenares de miles de camboyanos antes del
reinado de Pol Pot. La política de Kissinger destruyó las cosechas y
forzó el éxodo de millones de campesinos hacia las ciudades. Cuando
los Estados Unidos fueron derrotados, Kissinger apoyó una política que
suprimió la ayuda económica y que dejó sin comida a millones de
personas en las ciudades. Los crímenes de guerra de Kissinger son
idénticos o más graves que los de Pol Pot. Cuatro millones de
vietnamitas murieron durante la ocupación y el bombardeo
norteamericanos de Vietnam. Ni un solo alto cargo norteamericano ha
sido llevado a juicio jamás. Robert MacNamara era secretario de
Defensa (y con posterioridad, presidente del Banco Mundial) y fue el
autor intelectual de la estrategia militar norteamericana: tácticas de
contrainsurgencia acabaron con la vida de cientos de miles de
campesinos; millones de ellos fueron confinados en campos de
concentración. La guerra de Washington contra Vietnam, uno de los
mayores crímenes de guerra del siglo, ha quedado impune y el resultado
ha sido que los mismos que la perpetraron quedaron en libertad para
reincidir en su comportamiento criminal: intervenir en Chile para
instalar una dictadura militar; invadir Panamá, Granada, Somalia e
Irak; bombardear Yugoslavia y Afganistán.   La impunidad es la luz
verde del semáforo de los crímenes de guerra futuros.

La tercera sesión del tribunal de crímenes de guerra debería ocuparse
de los crímenes contra los pueblos centroamericanos. Más de 325.000
personas han sido asesinadas por ejércitos y regímenes mercenarios de
Guatemala, Nicaragua y El Salvador con el respaldo de los Estados
Unidos. Los más destacados responsables de esta política fueron el ex
presidente Ronald Reagan, su secretario de Estado, John Kirkpatrick,
su subsecretario de Asuntos Latinoamericanos, Elliot Abrams, y el
general Ríos Mont, el dictador guatemalteco. Debería invitarse al
juicio, en calidad de testigos de cargo, a las víctimas, entre ellos,
los indios mayas que sobrevivieron a la destrucción material de 400
aldeas.

La cuarta sesión del tribunal de crímenes de guerra debería dedicarse
a crímenes de guerra contemporáneos; para empezar, Irak, donde más de
un millón de personas ha muerto a consecuencia de los bombardeos de la
OTAN y de un asedio económico que se ha prolongado durante casi una
década. El juicio debería incluir al ex primer ministro inglés John
Major, al ex presidente George Bush y al general Swartzkopf,
comandante en jefe de las operaciones militares. Debería invitarse al
juicio al actual coordinador de las Naciones Unidas, Hans Von Sponeck,
y a su predecesor, Denis Halliday, para que testificaran acerca de la
destrucción que el boicot ha provocado. Washington y Londres
presionaron a Halliday para que presentara la dimisión y exigen ahora
la de Von Sponeck por decir la verdad y por sacar a la luz esos
crímenes contra la humanidad.

La quinta sesión del tribunal de crímenes de guerra debería tratar
sobre los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia, que han causado la
muerte o el destierro de centenares de miles de personas, han
provocado el mayor desastre ecológico de la reciente historia de la
Europa central y han destruido la infraestructura básica que permitía
la supervivencia de millones de serbios. Deberían comparecer en el
juicio como responsables principales el presidente estadounidense Bill
Clinton y el primer ministro británico Tony Blair, por crímenes
cometidos durante y después de los bombardeos terroristas: durante los
bombardeos, por destruir los fundamentos económicos de la existencia
de millones de serbios; después de los bombardeos, por instalar en el
poder en Kosovo a un grupo terrorista (los asesinos del ELK, Ejército
de Liberación de Kosovo), lo que ha culminado en el asesinato y el
destierro de 200.000 serbios, gitanos y otros grupos.

Dada la naturaleza de las cosas, este tribunal no tendría capacidad
para llevar a juicio a estos criminales de guerra, mucho menos aún
para imponerles su castigo. Los criminales de guerra victoriosos
siempre juzgan y condenan a sus víctimas. Sin embargo, un
enjuiciamiento moral y una audiencia de la opinión pública servirían
de recordatorio de que existen dos tipos de justicia: la justicia de
las potencias imperiales y la justicia de lospueblos perseguidos. El
tribunal serviría para despertar la memoria colectiva ante la
propaganda incansable de los medios de comunicación que convierte a
los verdugos en víctimas y a las víctimas en verdugos.




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