Julia Cevallos on 10 Dec 2000 17:26:40 -0000


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[nettime-lat] ECUATORIANIDAD, CORRUPCIÓN Y EL FENÓMENO MIGRATORIO (Primera parte)


ECUATORIANIDAD, CORRUPCIÓN Y EL FENÓMENO MIGRATORIO (Primera parte)

 
PETRONIO RAFAEL CEVALLOS
 

Esta charla no pretende darles a Uds. una lección de historia sobre la fundación de Quito hace 466 años. Todos los datos sobre el hecho en mención pueden encontrarlos en una enciclopedia y hasta en una guía turística. Además que ya resultan monótonos y en cierto modo anodinos, particularmente si no los relacionamos con nuestro presente y con nuestra condición de migrantes. Por consiguiente, desde esta perspectiva, quiero contarles que en agosto de 1999 regresé al Ecuador, luego de diez años de ausencia. Fui presidiendo una delegación de escritores hispanos residentes en Nueva York. Viajábamos en una gira cultural de presentaciones de la antología poética Entre rascacielos: Nueve poetas hispanos en Nueva York, con el auspicio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de esta ciudad y de varios Núcleos provinciales donde nos presentamos. Nuestra primera presentación se realizó en Quito. Como resultado de esa visita, escribí un ensayo que se publicó en varios medios y que ahora consta como el capítulo segundo, titulado "La ‘Cara de Dios’ o el centralismo revis(it)ado" (páginas 23-31), de En un país sin nombre: Retorno a la ‘Mitad del Mundo’, mi último libro publicado este año por la Casa de la Cultura Ecuatoriana de Nueva York:

"Pero luego de escasas 48 horas en Salinas y de un breve romance con el Pacífico, había que retomar el rumbo de la literatura, y así nuevamente estamos en Guayaquil. Vamos directo al aeropuerto internacional ‘Simón Bolívar’, donde nos esperan, para saludarnos, Galo Cevallos e Ilse Moeller. Tomamos un vuelo a Quito, ‘la narcisista Quito’, como la llama el poeta Jaime Montesinos, puesto que, según afirma, es una ciudad que ‘se mira a sí misma desde casi cualquier ángulo’. En el aeropuerto ‘Mariscal Antonio José de Sucre’ nos espera Vicente Cevallos, tío predilecto, y con él vamos a los apartamentos de Jaime Montesinos, nada menos que en el edificio ‘Élite’ (y no es ironía... u ojalá que sí).

"Son alrededor de las cinco de la tarde. Hace un sol esplendoroso. Bajo un cielo límpidamente azul, a dos mil ochocientos metros (y ocho pisos) de altura, desde los ventanales del elegante aposento que ocupamos, la ciudad que se contempla a sí misma, como un espejo circundante, nos contempla: moderna y telúrica, los volcanes Ruco y Guagua Pichincha (que por esos días se había tranquilizado, para días más tarde volver a inquietarse, ocasionando la evacuación masiva de los moradores de las zonas aledañas), la Virgen del Panecillo, los altos edificios y las torres de las iglesias. Quizá tengan razón en llamar a esta ciudad ‘la Cara de Dios’.

"A eso de las seis y media nos dirigimos al hotel donde se aloja el resto de la delegación neoyorquina. A la entrada del hotel hay un vigilante, un adolescente uniformado, portando una escopeta que más bien parece una reliquia de las guerras de la ‘independencia’. Bromeando, les dije a Jaime y a Vicente que los escritores recién llegados de Nueva York debían sentirse bien protegidos. Con su tradicional causticidad, el tío Viche dijo: ‘Ni balas debe tener, y si las tiene, esa chatarra no dispara’. Reímos nerviosamente. El joven guardián presentaba un figura, cómica, en apariencia, pero que, de fondo --si se consideraban los factores sociopolíticos y económicos que la generaban--, era definitivamente patética. El Ecuador está literalmente cundido de guardianes, guachimanes, como también los llaman. Hasta los domicilios particulares los tienen. ¿Qué es lo que cuidan? ¿De qué cuidan lo que cuidan? O, mejor dicho, ¿de quién? ¿Qué clase de sociedad es ésta que los produce tan masivamente?

"Luego de una cena ligera en el hotel junto a la delegación de Nueva York: Marie-Lise Gazarian, Miguel Falquéz-Certain, Margarita Ballester, Mónica Sánchez, Pía Solines, y nuestros anfitriones: Franklin Cárdenas, presidente subrogante de la Casa de la Cultura Ecuatoriana; Guillermo Montoya, presidente del Núcleo de Chimborazo; Gabriel Cisneros, coordinador de nuestra gira por el Ecuador, y su esposa Margarita.

"Después de cenar nos trasladamos a la presentación de la antología poética Entre rascacielos: Nueva York en nueve poetas, en el aula ‘Benjamín Carrión’ de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Matriz de Quito; escuchamos una sesuda aunque extensa (para quienes recién llegábamos de un largo viaje) introducción a cargo de Humberto Vinueza; Marie-Lise Gazarian (editora del libro) y los antologados --Miguel Falquéz-Certain, Jaime Montesinos y quien escribe estas líneas-- leemos --y hablamos sobre-- nuestros textos; interpretaciones musicales del cantaautor Marcos Villota; brindis de honor y cálido encuentro con Stalin Alvear, presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Matriz, y con Marco Placencia, su secretario general.

"Quito nos acuna tres días y dos noches, en uno de los dos galanos apartamentos que comparten un octavo piso (el otro lo ocupa Jaime Montesinos, propietario de ambos y nuestro anfitrión). Al día siguiente visitamos los museos y la ‘Mitad del Mundo’. Esa noche nos reunimos en el apartamento de Jaime --los poetas y unos cuantos amigos más--: los esposos Susana Larrea y Eduardo Román, Belisario Peña y esposa, Alba Luz Mora (ex gobernadora de la provincia de Loja). Jaime nos lee sugerentes pasajes de un libro suyo en marcha.

"Luego de escuchar la lectura de Jaime, me excusé y salí a caminar. Llegué a la Plaza Artigas y deambulé por la avenida Colón. Ya no era la ciudad que había conocido hace casi treinta años. Recuerdo que en ese entonces, con un grupo de compañeros escolares en gira por el país, habíamos visitado, entre varios otros sitios, el Palacio de Gobierno, localizado frente a la Plaza de la Independencia, donde se daban cita docenas de jubilados a comentar los últimos acontecimientos políticos. Mientras caminaba, iba recordando a esos veinte niños que husmeaban por aquel asiento de treinta lustros de total oscuridad, de quince décadas de decadencia, de ciento cincuenta años de irreparables daños y perjuicios, de historia manchada de dictaduras, dolos, desfalcos, estafas, sobornos y asesinatos. Habíamos subido las gradas del Palacio, en las que fue asesinado --a manos de Faustino Rayo-- el dictador Gabriel García Moreno, quien regresaba de la iglesia después de oír misa. Habíamos ingresado al teatro donde desfilaba una interminable comparsa poblada de monigotes, cucos, bufones, bailarines, contorsionistas y saltimbanquis. Esos veinte niños estábamos en el centro de operaciones de una satrapía dividida, desmembrada y en vías de extinción: la cueva de los endémicos Alí Babás y sus cuarenta mil ladrones que sin tregua habían y han saqueado y denigrado al país, gobierno tras gobierno tras gobierno...

Continuará...

(Primera parte de una conferencia pronunciada la noche del miércoles 6 de diciembre, 2000 - La Guardia Community College, Long Island City, New York)

Copyright 2000: Petronio Rafael Cevallos

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