ayuste on 18 Nov 2000 20:25:31 -0000


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Patología del luchador convulso

Las TICs hacen posible cosas antes inimaginables. Parte de sus bondades inigualables y antes deconocidas es la posibilidad de transmitir y divulgar épicas antes muy censuradas por los burós de turno. A continuación expongo el perfil  del 'luchador', un tipo de luchador que existe, que no es escaso, que no afecta a todos los casos, por supuesto, pero que creo constituye un patrón antropológico de interés. Por mi parte se trata de una aportación, leve, unas cuantas pinceladas, de posible utilidad para las organizaciones antiglobalización tan necesitadas de segmentar bien a su público objetivo.

El luchador antiglobalización

Suele luchar contra el 'capitalismo mundial' con el estómago lleno y su lucha es tan pesada como su digestión. No suele escuchar y luchaba sordo contra el capitalismo mundial. No sabe contra quién ni contra qué lucha, pero lucha, lo nombra todo y en sus momentos de ocio le encanta tirar piedras al sistema y disparar ráfagas limpias sobre sus estadísticas en las que él es uno más.

Le encanta ver saltar por los aires los porcentajes de las estadísticas y le encanta ver rotas las ventanas del sistema (las de las plantas bajas). Le encanta luchar. Tiene la palabra, su furia y las digestiones pesadas. Habla y lucha, solo, pero lucha y habla. Es un luchador que lucha. Su lucha es sagaz y lucha contra el sistema que no conoce dándole en el centro, donde más duele, en el ‘capitalismo mundial. Lucha incansablemente, sin parar, porque es un luchador indomable, como sus digestiones.

Como ‘el capitalismo mundial’ esta por todas partes, le gusta disparar, sin dejarse acobardar, contra todo. Él es un luchador infatigable. Cuando se lucha, se dice, nadie tiene derecho a parar; cuando se es un luchador que lucha, se repite, no puedes detenerte a desgranar qué es eso contra lo que luchas y menos aún, sería una pérdida de tiempo intolerable, puedes detenerte a explicar por lo que luchas. La justicia y la felicidad no necesitan explicación.  Si el final es bueno, clama, los métodos lo son.

El luchador que lucha, como buen mamífero (los mamíferos son muy territoriales), alcanza todas sus metas cuando libera un territorio del ‘capitalismo mundial’. Es entonces cuando le explica a sus moradores que el ‘capitalismo mundial’ vigente queda extinguido, que queda abolida la propiedad privada y se crea, como fase transitoria hacia la felicidad y la justicia universal, el órgano de gobierno de la nueva economía el CLNMR (Comité Libertador Nacional de Manejo y Ruina), haciéndose postular como Libertador Mayor con honores de oficial de primera y paga extra.

El luchador que lucha necesita siempre ganar tiempo y es entonces cuando elimina los tribunales ordinarios y nombra unos propios. Momento sublime de su lucha que gusta usar para establecer el modo de impartir justicia y el tipo de sentencias ejemplares que conviene dictar. El luchador que lucha, astuto y malicioso como los felinos, es amigo de declarar el territorio soberano, muy soberano, lo más soberno posible, igual de soberano que los feudos medievales e invocar en su auxilio la ley internacional que tanto odia. Se hace elegir, primero, representante supremo del pueblo y, cómo no, se hace querer, después, como hacen todos los luchadores que luchan, como demostración urbe et orbi de que las críticas, todas, tienen su origen en el 'capitalismo mundial', en forma de ingerencia externa intolerable en los asuntos internos del pueblo soberano dirigido por él.

Y cuando es enterrado, porque todos los luchadores que luchan no pueden aún, aunque están en ello (versus la momia incorrupta de Lenín), escapar al destino fatal de la muerte, se hacen roturar sobre la placa de granito que lo protege del pueblo, el siguiente epitafio: “Que yo no tuve la culpa, la tuvo la digestión”.

 º|º  tic, tic, tic,