Doce niños saharauis y otros trece ucranianos pasan sus vacaciones de este año en la comarca de Txingudi. Para algunos la experiencia es novedosa, otros ya la han disfrutado en ocasiones anteriores. Pero seguro que para todos el verano será una oportunidad de hacer amistades, conocer otra cultura y, fundamentalmente, de pasarlo bien.Desde Semara, localidad sahariana, vinieron hace dos años por primera vez Salamu y Maled, dos niños de trece años que hablan un castellano muy bueno y que conocen, no sólo Irún, sino otros lugares como Cádiz, Sevilla o Extremadura. «Me gusta más Irún, donde además ya tengo amigos, pero en Andalucía hace mejor tiempo», dice entre risas Salamu.
Olga llegó a Irún por primera vez hace cuatro veranos. En su Kiev natal no había estudiado ningún otro idioma aparte del ruso, por lo que llegaba con el miedo de no poder comunicarse. «Tenía sólo nueve años y hablaba con mi familia de acogida por señas», recuerda con una sonrisa, «pero enseguida empecé a aprender palabras y para el final de mi primera visita hablaba de manera que podía entenderme con la gente».
Otra niña ucraniana, Inna, cuenta que el idoma es el principal obstáculo por el que otros niños de su país no se atreven a venir. «Luego tienen envidia cuando les decimos que estamos todo el día en la piscina o en la playa, o cuando les contamos nuestros viajes por otras ciudades de España». Este año no tiene planeado ningún viaje, «pero no me importa quedarme en Irún. Así, puedo estar más tiempo con las personas que sólo veo en verano».
Padres de acogida
Amadeli Díaz ya ha acogido dos niñas diferentes en su casa. «La experiencia me ha dejado clara la gran capacidad de adaptación de estos críos. A Alinna, la niña que acogemos desde hace unos años, le cuesta un poco hablar, pero entiende perfectamente, incluso palabras en euskara».
El intercambio cultural es una de las bazas más interesantes del programa. «En algunos puntos hay dificultades porque, por su educación, ellos entienden ciertas cosas de muy distinta manera», dice Paloma Fernández, otra de las madres de acogida, pero es una oportunidad única tanto para los niños como para las familias. «Mi marido está aprovechando para aprender algo de ucraniano con Nikita, el chico que hemos acogido durante los últimos cuatro veranos», afirma Loli Becerro.
Al igual que en los niños, entre los padres hay también quienes prueban esta experiencia por primera vez. Es el caso de Javier Larrañaga. «Estoy muy ilusionado con Minetu, una niña sahariana de nueve años. Aunque le cuesta enterdernos bien y echa de menos a sus padres, ha estado cariñosísima con nosotros desde que llegó».
Programa de actividades
Las limitaciones del visado impiden que los niños puedan ir a Francia pero Javier Larrañaga asegura que «no es ningún problema porque hay muchas cosas que ver».
Además, como novedad para este año, el Ayuntamiento irundarra ha confeccionado un programa de actividades que incluye clases de natación o piragüismo, talleres, juegos, una visita al Aquarium y clases de vocabulario castellano, entre otras cosas.
Las familias que llevan años en este plan de acogida reconocen que al final se coge mucho cariño a los niños. En estos términos se expresa Amadeli Díaz: «Los queremos como a hijos. Y a ellos les pasa algo parecido. Alinna por ejemplo, cuando volvió a Kiev, le dijo a su madre que quería ser española. Aunque después de cumplir 16 años ya no podrán volver mediante este programa, saben perfectamente que siempre tendrán una familia en España».
LOS DATOS
F La cifra: Veinticinco niños y niñas procedentes del Sahara y Ucrania van a pasar el verano en Irún acogidos por otras tantas familias.
F Actividades: El Ayuntamiento de Irún ha programado actividades y visitas dirigidas tanto a los ucranianos como a los saharauis.